30 de Junio 2015
Presenciar al Volcán de Fuego es todo un expectáculo, y en ocasiones, su actividad se incrementa y apenas verlo desde la Cima del Acatenango... intimida... Pero si el primer ascenso fue inolvidable, de seguro el segundo, con más conocimiento del lugar lo sería más...
Volcán Fuego, al inicio del ascenso, día 1 Por Lester Rubén R. Ruíz. En mi segundo ascenso en solitario al volcán Fuego las condiciones climáticas del invierno propiciaron un ambiente un tanto adverso, pero no malo, particularmente con el viento y la visibilidad; por lo que no fue posible disfrutar del paisaje como lo hice en el mes de abril en este mismo volcán. Corría septiembre, llovía y las condiciones no eran las mejores para ascender en solitario al volcán Fuego, pero, como siempre he dicho: “entre mas peligro: mas incidentes, mas aventura, mejores recuerdos”. Así, hice caso omiso de los concejos de mis amigos y tome la mochila.
Esta vez, quería escalar dos volcanes en un mismo viaje, mi agenda era la siguiente:
Sin embargo, tuve una serie de contratiempos, y salí rumbo a la bella Antigua el viernes 16 de septiembre, donde compre mis provisiones (un día de retraso, por lo que solo pude sacar 1, el lunes tenía que estar en el USAC y el martes temprano en el trabajo). Me traslade a Alotenango, donde después de saludar a las amigas , bromear y platicar un buen rato con los amigos de la Policía Nacional Civil de este municipio, (quienes me dijeron que fuera con cuidado porque les costaba mucho ir a buscar a los desventurados que ya no regresaban, - lo dijeron en broma, pero, claro, no hay que olvidar los peligros.-) dormí y al día siguiente empecé la caminata con las primeras luces del día. Avanzaba rápidamente refrescado por el viento que no disminuiría en todo el camino. La cumbre del volcán estaba totalmente nublada. El viento aumentaba conforme ascendía y era realmente vivificante sentirlo por todo mi sudado cuerpo. La vegetación era exuberante, dado que corría lo mejor del invierno (Stan se aproximaba, y ni se tenia la menor sospecha de lo que traería).
El ascenso como siempre es agotador, pues aparte de la inclinación que es obvia, se llega a un punto donde el camino desaparece y se convierte en una profunda y angosta zanja tapizada de arena que dificulta el paso. Por si eso fuera poco, a ambos lados de la zanja se encuentra una vegetación tan espesa y molesta que dificulta el paso trabándose en el equipo. Ya se imaginan lo interesante que es eso, y la paciencia que requiere.
Al este el volcán de agua saluda, es un punto de referencia donde se puede consultar la altura a la que se va. Dentro de tantas cosas que son únicas del lugar cabe destacar el canto del bosque: un rechinido seco producido por el rozar de las ramas de los árboles movidos por el viento.
Los precipicios a ambos lados del Camellón, ocultos por la niebla. Antes de alcanzar las nubes, la visibilidad era bastante buena, pues la bruma era casi inexistente. Podía distinguir la línea de la playa y una buena parte de la costa de Escuintla.
Arriba de la horqueta, por el quinto campamento, la capa de nubes fue alcanzada. El viento empezaba a tomar mas fuerza, y es evidente que entre mas rápido corra, mas frió se sentirá. Tuve que abrigarme con todo lo que tenía. La visibilidad se acorto a unos 10 metros; el viento cada vez corría mas fuerte, tanto, que sin exagerar se puede decir que si no fuera por algún palo que uno lleva de apoyo, el aire le daría las vueltas. De lo cual no habría ningún problema, claro, a no ser por los enormes precipicios que se yerguen a ambos lados del angosto camellón cuyo ancho mínimo es de unos 30 centímetros, los que ya conocen saben a que me refiero.
Gracias al viento, las fumarolas no me afectaron en absoluto El viento azotaba con mas fuerza, la visibilidad era cada vez mas corta y el frio aumentaba. El silbido del viento se convirtió en rugido. Mis guantes estilaban agua condensada de la niebla. Ni siquiera los vientos experimentados en el Tajumulco eran como estos. Creo que me estaba desesperando. Bien es cierto que no miraba los precipicios, pero sabía que estaban allí, pero, también sabia que allá arriba estaba el cráter esperándome. Entonces, me sentí en casa. Mi felicidad era tan grande que grite con todas mis fuerzas. El poderoso viento que, como ya es tradición , se llevó mi voz...la hizo pedazos y la regó donde quiso.
El candente cráter del volcán Fuego. Día 1 Recobre fuerzas y me prepare para el asalto final. Estaba a unos 100 metros del cráter, solo quedaba la ultima pendiente, la mas pronunciada. El viento era fuertísimo y para evitarlo, pensé en moverme hacia el noroeste de la pendiente, donde la curvatura del cono cortaría las ráfagas de viento, pero, había un punto en contra: las fumarolas. El viento me favorecía porque arrastraba los asfixiantes gases con una efectividad óptima. Así que continué en la ruta obligada, y luego, vire hacia el este, zona libre de fumarolas, pero la más golpeada por el viento
Salude a la “piedrota” que sigue como en abril, y me asome al borde del cráter….. ¿Cuál borde? RAYOS……ASOMBROSO. No podía creer lo que miraba. El volcán estaba rasado. No había depresión como en abril. Solo un vallecito de escoria de unos 30 metros de diámetro y en cuyo centro brillaba el magma. El arrullo del volcán me resulto familiar, parecía un enorme gato roncando. Salude al volcán, desembolsé mi cámara, y tambaleándome por las ráfagas de viento, empecé a fotografiar el hermosísimo corazón del amigo. Belleza absoluta. La percepción del tiempo se pierde y no dan ganas de regresar. Me hubiera gustado ver al resto de los volcanes, pero como he dicho, la niebla era tan espesa que mas alla de los 10 metros era difícil distinguir algo.
Continuaba en el cráter. Me acerque lo mas que pude a la roca fundida, desde el este, en dirección del viento, para evitar los molestos gases que en abril me intoxicaron. Me quite los guantes y sentí los gases calientes que salían de las rocas, bajo mis zapatos. Me detuve: temí que mis zapatos se derritieran. Estaba a escasos 5 metros del rojo corazón del volcán. No cabe lugar para el miedo. No temo morir allí, porque moriría en un lugar que amo. Pero, desde luego, uno no quiere morir porque hay tantas cosas por hacer y tantos lugares por explorar. Después de un buen rato, decidí regresar al punto donde acostumbro pasar la noche: a unos 70 u 80 metros al norte del cráter donde encuentran unas formaciones rocosas que rompen un tanto el viento y en las que uno puede atrancarse para pasar la noche, no para dormir, porque no se puede dormir, sería desperdiciar el tiempo, teniendo la actividad constante del volcán sobre la cabeza.
Nótense las piedras encendidas expulsadas. Día 1 Mi campamento fue del más elemental. Puesto que no conseguí tienda de campaña, lleve un trozo de nylon, en el que me enrolle junto a mi bolsa de dormir y aislarme de la humedad, no del frió. La señal para celular era muy débil. Intente llamar un montón de veces a un montón de personas, pero con nadie me funcionó. Excepto, cosa extraña, a la casa de un cuate, que tiene una linda hermanita, que, casi en todo el transcurso del viaje me contestó amablemente. Es extraño porque cuando intentaba llamar a alguien, fuera quien fuera, la señal desaparecía, pero cuando marcaba el número de la casa de aquel amigo, la señal entraba sin problemas, y, desde luego, respondía la hermanita. Cosas de la vida.
Corrían las once de la noche, el viento no disminuía, pero la nubosidad cedió. Podía ver la cima del volcán, con su rojiza cabellera. Expulsaba piedras candentes hacia el lado oeste. De pronto, escuche un rugido ensordecedor muy adentro del volcán: “pleemmm pleemm” era un sonido metálico. Segundos después, el rugido se repitió. Mis amigas de Alotenango escucharon el rugido y creyeron que me iba a llevar “la tristeza”. Yo solo Pensé: “vaya, vaya, esto se va a poner bueno” me destape la cabeza, me apoye en mi rompevientos, me arregle la bufanda, coloque las manos entre las piernas para no enfriarme demasiado y sentado cómodamente en mi pétreo sofá, espere el momento del espectáculo, llegó el tercer rugido y aprecie la hermosa explosión.
¡¡¡¡¡¡¡……………………………!!!!!!!!-----------¡RAYOS! No se como agradecerle al volcán el haberme regalado ese espectáculo, sin aniquilarme. Luego, la actividad se redujo a una hermosa llama roja, a la expulsión de gases y piedrecillas incandescentes, con el típico ronquido.
La débil luz de la luna se filtraba por la niebla. Uno no se siente solo. Bueno, talvez tener a una chica allí, ( a la hermanita de aquel amigo, por ejemplo), no me hubiera caído mal; pero, igual, se pasa de maravilla. Otra curiosidad: uno se tira entre las piedras y nunca he sentido que me lastimen. Se descansa tan cómodo como en el sofá de la casa. Allí, al pensar en la gente, solo puede hacerse en referencia a que somos unos doce millones de guatemaltecos. “¿Qué estarán haciendo esos 12 millones, mientras uno se da tremendo lujo?- ¿Cuánta gente si pierde de esto?.” Y entonces, uno se da cuenta que esto es realmente maravilloso.
Arriba: El punto donde he pasado la noche, a unos 80 metros del cráter. Día 2. Abajo: El sol atrás de la “piedrota” a unos 15 mts. Del cráter. Día 1 Al amanecer, la niebla y el aire seguían igual. Desayune. Los trocitos de madera que deje en abril están intactos, apenas enmohecidos; testigos de mi primer ascenso en solitario me dieron la bienvenida al segundo.
El agua estaba muy fría. Me cubrí y regrese al cráter. Recogí trozos de escoria de un hermoso color azul metálico y prepare el descenso. Me despedí del Volcán, prometiendo regresar lo antes posible, y llevarle un pedazo de cuarcita, como ya es tradición. Abajo del último pinito (un bonsái natural), encontré una hermosa flor amarilla que se aferraba al suelo, era inspirador.
El aire y la niebla no disminuyeron sino hasta el cuarto campamento, el descenso es fácil, pues se baja corriendo; no hay otra forma de hacerlo, caminar despacio es para irse de espaldas.
Antes del mediodía estaba en Alotenango. Mis amigas me esperaban con un gran almuerzón y con la amabilidad y el calido ambiente familiar que caracteriza a la gente linda de ese lugar. Una buena ducha, (créanme, uno trae arena hasta entre las orejas). Un último vistazo al punto donde se encuentra el volcán (aún no se miraba), un hasta pronto a los conocidos y a ustedes, un hasta siempre al volcán y una mochila con ropa sucia a la espalda . “…llevar las cenizas a la montaña, para regresar con el fuego a los hombres” Nietzche.
En orden, de arriba a abajo: Preparando el descenso, día 2. / La última flor, invulnerable al viento y al frio... / El último pino. Día 2 / Descenso. DÍA 2 / Derecha y vertical: La Quebrada.
Lesterman
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