Acatenango y medio

08 de Julio 2015

El llegar a la cima de un volcán, no siempre es el final de la aventura, en algunos casos como el nuestro, apenas era el principio, cuando piensas "vencí al volcán", piénsalo dos veces, porque puede estar preparando su contrataque. Y aunque tengas experiencia subiendo volcanes, nunca hay que confiarse demasiado, siempre hay que ir como si fuera la primera vez.

Todo comenzó con el plan de ascender el volcán Acatenango, esta vez era el 5to ascenso para Héctor, que resultó siendo el sexto; y el primer ascenso de Pedro Mejía, que resultó siendo su segundo ascenso... no es tan complicado de entender cuando leas el relato. Llegamos como es tradición, a la tienda de Don Martín en San Miguel Dueñas, bajamos las mochilas y nos preparamos para iniciar el ascenso a las 16:30 del sábado 29 de agosto 2004 (luego de estar el viernes en los lugares tradicionales de vida noctura de La Antigua y curiosamente la estadía se extendió hasta la madrugada... al día siguiente al medio día ibamos a emprender nuestra aventura, descansamos lo mejor que pudimos.

Iniciamos la caminata entre un poco de neblina sin problemas y antes de llegar al "árbol hueco", que es como a unos 890 metros de caminata, nos atrapó la lluvia. Ya la esperábamos y contábamos con todo el equipo de pants, chumpas y mochilas impermeables. El frío se hizo sentir con su primer golpe pero continuamos a paso seguro. Llegamos a los nuevos descansos que han construido los locales, pasando por el no.1, el no.2 y el no.3. A estas alturas, el desvelo acumulado por trabajo (desvelo del malo) y por el día anterior y madrugada, golpearon a Héctor de repente... ya entrada la noche, un poco antes del cuarto descanso, paramos junto a un árbol y nos sentamos a descansar, Héctor comenzó a dormirse sin querer mientras Pedro hablaba, pero apenas dormía, Pedro indicaba que era mejor continuar... La luna llena alumbró bastante del camino pues había poca niebla.

Luego de despertar para continuar, ya llevábamos encendidas nuestras headlamps y decidimos alcanzar la cabaña, pero justo antes descansamos de nuevo. Héctor imploraba unos minutos... para dormir... ja ja ja. Junto a un árbol, durante el descanso, quedó comprobado lo dañino del desvelo en cuanto a términos físicos se refiere. Dormido de nuevo.
Alcanzamos la cabaña y por el frío, que no era tanto (el termómetro electrónico reportaba 4 grados centígrados) pero combinado con una humedad del 93% y el viento, decidimos armar el campamento dentro de la cabaña (bueno, ya que estaba ahí...) Esto fue motivado por el recuerdo de un campamento en el Acatenango, al final de la ruta de los Cazadores un par de años atrás cuando alcanzamos 5 centígrados sobre cero con 92% de humedad, fuertes vientos y lluvia... Ese frío fue más fuerte que el alcanzado en un viaje a los Cuchumatanes con agua congelada (-4 centígrados). Es sencillamente la conbinación de frío, viento y alta humedad.

No sabemos cuál fue la temperatura final a la interperie pero dentro de la carpa alcanzamos los 6 grados centígrados con 89% de humedad. La falta de visibilidad que comenzó a darse a la altura de las 20:00 horas junto con el fuerte viento, nos hizo abandonar la idea de subir más hacia la primera cima del volcán. Sencillamente intentar armar la carpa significaba que saliera volando.

Pedro alcanzando la primera cima.

Pedro alcanzando la primera cima. Al otro día decidimos alcanzar la cima con renovadas fuerzas. Desayunamos y luego de poner en práctica un viejo plan, descubriríamos más adelante que era una mala idea: esconder las mochilas... Años de evolución han afinado el instinto humano, y aunque pensamos llevar celulares y llaves del carro, lo dejamos todo en las mochilas y subimos con lo necesario pensando irónicamente que era lo mejor en caso de intento de robo. Esto faltaba por verse... Al subir encontramos a 4 extranjeros, un australiano, un londinense, un gringo y uno de quién sabe donde... (NSNI: no sabemos ni nos interesa). Preguntaron si íbamos a la cima y noté que nos miraban curiosamente buscando nuestras mochilas, tampoco se veían como los "enviados de los países evolucionados". Nos despedimos luego de conversar un poco y Pedro trajo a mención la actitud curiosa pero insistente con que buscaron nuestras mochilas en nuestras espaldas: fueron bastante inquisidores. Era obvio que no íbamos a conquistar la cima en modalidad de asalto pues tampoco llevábamos la mochila pequeña para el caso. Luego descubriríamos la razón de su extraño interés.

Subimos hasta llegar a la primera cima no sin antes ser rodeados de una espesa neblina. Llegamos y decidimos sentarnos a esperar a que aclarara pues la visibilidad era muy poca.

Momentos previos a subir a la cima más alta.

Momentos previos a subir a la cima más alta. Luego de varios minutos de espera decidimos avanzar. Encontramos que el problema de visibilidad era persistente y decidimos sentarnos a esperar de nuevo junto a las rocas que rodearon una fogata.
Tomamos la decisión de bajar a la meseta intentando localizar el camino de ascenso a la cima final pensando que si no lo encontrábamos regresaríamos. Tuvimos suerte y luego de un descanso, logramos iniciar el ascenso de la cima final. Pedro alcanzando la cima del Acatenango.

Pedro alcanzando la cima del Acatenango. Llegamos a la parte más alta (casi 4,000 metros sobre el nivel del mar) y nos sentamos a conversar de lo difícil que estaba el clima, más que todo la visibilidad y que por lo menos no llovía (aún). La visibilidad disminuyó más y decidimos esperar a que aclarara, lo cual fue inútil.  Solamente se abrió un claro y vimos el sol y un parche del cielo azul como por 10 segundos. Luego de esperar, la visibilidad mejoró, tomamos unas fotos de recuerdo y decidimos iniciar el descenso. Fue una pena pues la vista desde la cima es impresionante y en estos momentos no se divisaban más que unos metros.

Acatenango y medio

Bajamos y descansamos en uno de los puntos de descanso anterior antes de la cima. La visibilidad siguió igual y caminamos a la parte alta de la primera cima para encontrar nuestro camino de regreso al campamento. Luego de esto la neblina nos rodeó y la visibilidad alcanzó niveles escasos. Comenzaron a soplar vientos fuertes y de pronto comenzó a llover. Fuimos azotados por un mal clima en ése momento y decidimos caminar velozmente. Vimos el reloj y los intentos inútiles por esperar a que aclarara solamente fueron pérdida de tiempo y decidimos no esperar más. Seis paradas para esperar que aclarara lo suficiente para orientarnos fueron pérdida de tiempo. A este punto, un retorno directo hasta la base del volcán nos significaba un total de 3 horas a buen paso. Pasaban ya de las 14:00 horas y consideramos seguir el primer camino que encontráramos para salir del volcál al filo de las 17:30.

Localizamos un sendero e iniciamos el descenso por un camino distinto al que habíamos utilizado para subir. La visibilidad era pésima y no podíamos saber nuestra localización exacta. "Es muy distinto estar perdido a no saber en dónde estás parado". Es como apagar las luces de tu casa e intentar caminar al mismo ritmo, sencillamente debes ir despacio sin importar que ya conoces el lugar. Era como caminar con los ojos cerrados o caminar de noche iluminándose con una vela. Si tan sólo se aclarara un poco para poder ver bien...

Avanzamos y el camino desaparecía en la arena. Seguimos caminando en descenso y localizamos otro camino, esta vez con huellas de venado. Continuamos y luego de ver que estábamos totalmente fuera de ruta, decidimos esperar unos minutos. Fue curioso ver que estos caminos terminaban en la nada y que las huellas desaparecían como si quien aduvo ahi se fuera volando… en fin.

Comenzaba lo bueno

El tiempo avanzaba y viendo la hora tuvimos que tomar una decisión, o intentábamos localizar el camino original, bajar por las mochilas y terminar el descenso de noche, o bien, encontrar cualquier camino y descender totalmente y salir del volcán para evitar ser alcanzados por la noche en él sin carpa ni sleepping. Lo cual a estas alturas en significaba hipotermia segura. Este frío causa que el cuerpo pierda mucho calor, luego comience a sacudirse para intentar subir la temperatura y finalmente entra un cansancio delicioso, para dormirse y no despertar.

Solamente contábamos con agua cada uno, un chocolate y nuestro equipo impermeable. Sin comida es posible sobrevivir varios días, pero sin agua... dos y medio a lo máximo. Recordamos la historia de un amigo mutuo que se perdió ahi en verano, uno del grupo entró en pánico y corrió como loco hasta caer en un hoyo. Nosotros permanecimos conscientes que la situación no era para alarmarse tanto, pero que una decisión equivocada o perder más tiempo significaba riesgos altos de hipotermia.

Decidimos buscar de nuevo y seguir el primer camino que encontramos con la poca visibilidad. Este camino desapareció junto con sus huellas en la arena en la nada. Caminamos espacio hasta encontrar otro y sucedió lo mismo. Encendimos los radios y realizamos un scan completo en los canales disponibles. Encontramos 2 donde podíamos comunicarnos con grupos que estaban fuera del volcán. Escuchamos un momento las conversaciones para estar seguros... Al menos sabíamos que podríamos solicitar ayuda en caso de emergencias o notificar de nuestro paradero

La calma y la planificación lo son todo

Pedro escogió un lugar clave y visible para comenzar y nos sentamos un rato. A partir de ahí con los radios encendidos, Héctor comenzó a caminar en línea horizontal hacia la izquierda. Al final del largo recorrido y manteniendo comunicación por radio, se llegó a la conclusión de realizar la búsqueda por el nuestro lado derecho (en descenso.) Los radios fueron clave importante, ya que separarnos y perdernos independientemente hubiera sido muy fácil ya que la neblina era muy espesa.

También recordamos las palabras de Eduardo, un antiguo amigo montañista que decía: "al volcán o alta montaña no se va con cualquiera, ni con cualquier amigo. Debe ser alguien con carácter y temple especial. Que no pierda el control y mantenga la calma en momentos estresantes. Para ir a la montaña hay que prepararse y escoger bien con quién se va". Descendimos sin camino pero en búsqueda de uno. Avanzamos en diagonal hacia la derecha pues era lo más indicado para cruzar cualquier camino. Es decir, recorridos horizontales.

La única guía que teníamos eran los retumbes del volcán de fuego que había estado silencioso por buen tiempo y a estas alturas ya no se escuchaban a nuestra derecha, se escuchaba a la izquierda, lo cual significaba que habíamos caminado demasiado y debíamos retornar hasta que los escucháramos nuevamente a nuestra derecha. Corregimos la dirección y por breves segundos se aclaró un poco. Lo suficiente como para buscar los árboles que se veían a 15 metros y que tienen corteza cortada, lo cual es característicos de ser parte de un camino. Precisamente encontramos un camino bastante difícil. Permanecimos ahí por buen tiempo, quizás hora y media.

A todo esto habíamos pensado ya muchas cosas, pero en ningún momento tuvimos duda uno del otro, amigos ya de varios años y con la certeza que como en otras ocasiones, saldríamos avantes si Dios así lo quería. Suena extraño pero el frío, a pesar del equipo de montaña e impermeables nos recordaba que no era broma y que sí habían riesgos. Dada nuestra experiencia, lecturas, etc. Sabíamos que la situación no era para ser subestimada: La muerte por hipotermia estaba a la puerta si no salíamos de ahí rápidamente.

Algo muy importante son las cosas que se piensan y la forma como se expresan, aquí iban dos amigos que a pesar de que pudieran sentir preocupación por la seriedad de la situación, se guardarían para si mismos esos sentimientos para no perturbar a la otra persona, como dijó Antony hopkins en "al filo del peligro" . "A todos se nos pone a prueba, pero no siempre en el momento y en la forma que esperamos". Esta era una prueba, y en ambos había el espíritu de superarla. Muchos han subido el Acatenango, no muchos en invierno. Pero en fin, solamente nosotros dos y quienes viven en las faldas podrían dar fe del clima que nos azotó ése fin de semana.

Finalmente el camino tenía un cruce a la izquierda que terminaba en la nada. Retornamos, era nuestro tercer intento fallido. Encontramos otro cruce a la derecha y terminaba en la nada también. En ese momento la niebla nos atacó y comenzó una fuerte lluvia.  Intentamos alimentar las botellas de agua con dicha lluvia para aumentar nuestras reservas mientras la humedad penetraba por nuestras mangas.

Por fin un camino...

Decidimos detener dicha pérdida de tiempo, subir y regresar. Buscamos detenidamente y encontramos un agujero en la maleza. Este se convertía en un pequeño túnel y luego se abría otro camino. Seguimos este camino por horas, era bastante tendido. Larguísimo, primero nos aburrimos antes de cansarnos... pero pudimos constatar por la vegetación que lo cruzaba, que hacía mucho tiempo nadie caminaba por ahí.  Encontramos huellas de venado en dicho camino y la lluvia arreciaba. Luego de varias horas y recorridos horizontales que subían y bajaban alcazamos a ver por fin un retazo de cielo blanco por las nubes. Todo lo anterior lo recorrimos internados en una densa vegetación.

Finalmente llegamos a una parte donde el camino se dividía. Una parte se adentraba en la vegetación de nuevo y la otra no. Decidimos optar por la expuesta para aprovechar los últimos rayos de luz pues ya era tarde. Así logramos salir del volcán hacia la carretera, bastante cansados, hambrientos pero con la idea firme que no lo habíamos logrado solos, que tuvimos una guía permanente, que en ningún momento perdimos la calma o la confianza de uno sobre el otro, y también teníamos firme la idea de regresar por nuestro equipo (y las llaves del carro para regresar a Guatemala).

Caminamos sobre la carretera, preguntamos por indicaciones y llegamos otra vez a la tienda de Don Martín.  Nos prestaron el único teléfono del área según nos informaban y logramos sacar 2 llamadas. Era importante avisar a nuestras familias sobre nuestro retraso y que pasaríamos una noche más ahí. Es delicado pues la experiencia para la familia, de ver que no regresa quien ya debería de estar ahi horas atrás es algo que había que evitar.

Ahora, recuperar nuestro equipo

Todo esto sin mencionarles que volveríamos a intentar un ascenso nocturno o en último caso en la madrugada. Estábamos ya mojados, cansados y sedientos. No habían buenas fuentes de alimento en la tienda y lo mejor fue una cola para elevar nuestras reservas de azúcar, agua para hidratarnos y un par de tor trix. Lo mejor que obtuvimos fue plátanos. Así recuperaríamos nuestros niveles de potasio para evitar calambres.

Hicimos todas las preguntas habidas y por haber y logramos reunir tres linternas. Una no servía, otra no tenía baterías y la tercera quemó el foco en el instante. Buscamos a don Martín y nos dijo que nos quería ofrecer la de él pero de pronto ya no encendió.

Quisimos comprar baterías pero el dispensador de baterías tipo A estaba vacío. Obviamente Alguien no quería que subiéramos de noche, mojados... el mismo Alguien que nos ayudó a bajar.

Ya era tarde, pedimos posada, logramos dormir un poco y en la madrugada, en ayunas, retomamos nuestro ascenso por el equipo. Subimos con un bote de agua de la pila y llegamos al descanso No.1, 2 y 3. finalmente a la cabaña. Todo el ascenso fue pobre en visibilidad. La noche anterior había tenido fuertes vientos y a pesar de las cobijas prestadas, pasamos buen frío en el cuarto de la posada, que era donde celebraban sus tradiciones religiosas frente a un altar con una imagen de Jesús. Creo que alguien nos cuido en el camino y estaba guiando nuestros pasos, y sin querer parecer religioso, la imagen de ese Alguien estaba a la par nuestra, cuidándonos.

Metafóricamente hablando es como: Dios ve nuestros planes, y a veces pasan cosas que los atrasan y no nos gusta, sin embargo , todo tiene un objetivo.

Ahí no termina todo

Segundo ascenso. La visibilidad mejoró y nos dirigíamos a recuperar el equipo.

Segundo ascenso. La visibilidad mejoró y nos dirigíamos a recuperar el equipo. Aprovechamos para descansar, y al día siguiente, iniciamos el ascenso nuevamente a las 5:15 de mañana. La visibilidad era mejor. Llegamos al lugar donde habíamos escondido nuestras mochilas, las abrimos con sorpresa al ver que faltaban cosas.

Comimos las reservas y nos hidratamos. Todo lo que faltaba era equipo de montaña. No hubieron dudas. Ningún ladrón hubiera perdonado nuestras billeteras y el dinero en efectivo. Tomaron celulares, headlamps, en fin... Los sospechosos: los únicos que ascendieron ése fin de semana, los extranjeros. Recordamos la forma tan poco natural en que nos escudriñaron con la vista.

Dejaron la cámara de video de 8 milímetros, de seguro por grande y pesada. Afortunadamente Héctor llevaba consigo la digital. Y si habían dudas aún, desaparecieron al constatar que no estaba el cordino de paracaidismo. Para cualquier persona, incluso amigos escaladores, han pensado que es un simple cordón, cuando es una línea de alta resistencia, delgada como cinta de zapato. Solamente alguien que supiera bien de equipo de montaña robaría tan selectivamente.


No perdimos tiempo en molestarnos pues por lo menos estaban las llaves del carro y el agua potable tan necesitada. No nos resultó en gracia haber perdido algunas cosas, pero más importante era valorar que estábamos bien, con gracia comentamos "al menos así vamos a cambiar celular" y ya están a la vista unos con cámara digital.

Una vez recogimos todo, comenzamos inmediatamente el descenso. No sin antes considerar con sorpresa lo recuperados que estábamos y hasta pasó por la mente llegar a la cima de nuevo. ¿Necedad? De ninguna manera. Nos sentíamos bien, habíamos esperado subir precisamente en estas fechas, invierno. Y también algo muy importante "de algo negativo sacar algo positivo", Pedro estaba asombrado de haber subido otra vez, en ocasiones anteriores admitió haber pospuesto el ascenso a esta cima, por considerarla díficil, pero entrenó en el gimnasio y se preparó mentalmente, y tenía muy presente una frase "nadie sabe lo que puede lograr hasta que lo intenta", se sentía muy emocionado de haber llegado a la cima, creo que nuestra experiencia en una competencia de aventura donde la competencia es con uno mismo y los retos a superar son personales.

Pasamos los puntos de descanso hasta llegar a la base. Hablamos del lugar de descenso y nos confirmaron que el camino no se usa más. Tomamos un par de fotografías y terminamos nuestra visita con varias metas. Regresar y colaborar señalizando las cimas, que son los lugares donde la mayoría pierde el camino. También regresamos con muchas metas personales, como por ejemplo lo que se extrae del comentario algo largo que hicimos: "a veces nos preocupamos tanto y nos complicamos por problemas que nos quitan el sueño... Esta vez casi no la contamos, sentimos frío intenso por lapsos prolongados, sin agua ni comida, casi cero visibilidad... la vimos cerca, casi nos atrapa la noche en un lugar de frío intenso y lluvia con hipotermia segura.... y no perdimos la calma... tuvimos confianza en Dios y en nosotros mismos, como equipo y como personas... así debemos actuar de ahora en adelante en ésos problemas tan pequeños de la vida cotidiana."
"Quien encara esto así de tranquilo no debe complicarse tanto la vida en cosas de menor tamaño".

Esta experiencia nos acercó más a Dios, a nosotros como amigos, a nosotros mismos como personas y nos hizo más fuertes. Por el momento descansaremos pero quedamos con la meta de regresar. También aprendimos que el equipo tan caro de montaña, vale cada centavo: pants impermeables transpirables, segundas pieles, chumpas impermeables, zapatos de montaña, suéteres de algodón y los radios, sin contar que el peso reducido de todo esto hace más asequible el recorrer largas distancias.

Durante nuestra dura travesía con poca visibilidad y frío extremo no tomamos fotografías e incluso este relato no encierra ni contiene detalles ni varias experiencias duras vividas ahi: nos las reservamos, fueron de alto aprendizaje y solamente alguien con la montaña en las venas podría apreciarlas. Muchos amigos, amigas y compañeros de trabajo se quedarán con la duda de qué tan difícil fue. Regresamos vivos que es lo que cuenta. Todo esto es algo que no olvidaremos y que pertenece ahora exclusivamente a nuestras memorias. Amigos, compañeroso de viaje, escalada y montaña: una anécdota más para el cajón.

Es un privilegio poder vivir realmente. Y así tener algo que decir y aportar a la vida de otros, de algo vivido en carne propia, que te pone a prueba, te enriquece y te hace aprender más…, algo pensado en momentos como éstos, en lugar de hablar de películas o libros que se han leído como algunos a quienes tuvimos presente en la montaña. Que como otra veces, mientras nosotros vivíamos caminando por los lugares que Dios creó, conociendo a la gente del interior del país, ellos veían televisión o intentaban arreglar al mundo desde un restaurante… saludos.

Pedro Mejía / Héctor Roldán.

XplorandoGuatemala.com

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